Queridos amigos, llevaba prácticamente dos años-si, soy un friki- esperando esta secuela pelín tardía -casi 30 años- del clásico cyberpunk de culto llamado "Tron", título emblemático de nuestras infancias y adolescencias, un referente en el cine de ciencia ficción a la misma altura que otras obras maestras como "Blade Runner" o "Liquid Sky" (No por casualidad las tres son del año 1982). "Tron" es una obra fundacional del cine digital, la prehistoria de los efectos especiales por ordenador, una auténtica muestra de orfebrería de unos y ceros en una época en la que las siglas PC sonaban a chino a todo el mundo. El original y marciano punto de partida -un programador se introduce en su propia creación y tiene que lidiar con virus y otros programas- resultaba innovador y refrescante, un alarde arriesgado que hoy en día resultaría imposible. Una serie de circustancias azarosas hicieron posible un título tan especial como "Tron"; la crisis de Disney, que la produjo buscando resultados a la desesperada, la hipnótica y bizarra banda sonora de Wendy Carlos, la línea visual de la película, nunca vista, la convirtieron en un fracaso de taquilla, incomprendida en su momento, pero con el paso de los años transformada en una película imprescindible para varias generaciones. Pues bien, desde que supe que se estaba gestando esta continuación, mi nostalgia infantil se vio motivada con la posibilidad de que pudiera encontrar en ella algo del encanto original de la primera, algo de su inocencia tecnológica y su fantasioso planteamiento. Pero tengo que decir que, como cabría esperar, mi nostalgia infantil se equivocaba. Y es que "Tron legacy" es una decepción bastante previsible, un auténtico alarde tecnológico, visualmente sorprendente, pero completamente vacío, con un guión plano y/o confuso, unos diálogos de juzgado de guardia y un protagonista (un tal Garret Hedlund) detestable y con la misma expresividad que una piedra pomez. Y es una verdadera pena, porque tras un comienzo muy prometedor-digamos que los primeros 40 minutos resultan espectaculares y acertados, con las escenas de las batallas de discos y las carreras de motos-, a partir de ahí, el impacto por el contenido visual da paso a el sopor y/o el estupor por lo pretendidamente complejo y más bien enmarullado de su ¿argumento?...Y es que nunca me cansaré de decirlo: por muy espectaculares que sean los efectos especiales de una película, si no existe una buena historia y unos buenos personajes, la película no vale nada. Jeff Bridges está muy perdido en su papel de Obi Wan Lebowsky en plan zen y para colmo le dan más primeros planos a su réplica digital, el tal Clu, que, todo sea dicho, es un pésimo actor. Tal vez solo podamos rescatar las susodichas escenas de acción, el papel de Quorra (Olivia Wilde, la más humana, apetitosa y creíble de la función) y la estupenda banda sonora de Daft Punk. Ya se cargaron mitos de nuestras más tiernas memorias infantiles como en la penosa resurrección de Indiana Jones y aquí siguen con el mismo propósito, el de convertirse en auténticos asesinos de nuestra más sagrada nostalgia.
PD: Lo del 3D me parece cada vez más un auténtico timo para sacarnos 3 euros más en la entrada...
El problema es que estas operaciones de "resurrección" siguen saliendo rentables por mor de nuestra generacional ansia del retorno a la infancia/juventud. No me imagino a nuestros progenitores yendo a ver un remake de las aventuras de Guillermo el travieso o similar. Mientras piquemos, será mas facil y rentable poner en pie zombies como Indy IV o esta (aparentemente) infumable Tron Legacy que hacer buenas nuevas peliculas.
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