"Con miedo todo sale mejor..."
Natalia en "Balada triste de trompeta"
Escribir una crítica sobre la última película de Alex de la Iglesia no resulta una tarea fácil. Es algo que pasa con cierta frecuencia; uno no puede simplemente decantarse por una valoración en blanco y negro; buena o mala, genial o bodrio. En este caso los adjetivos aplicables a "Balada triste de trompeta" resultan variados y a menudo contradictorios. Original, violenta, divertida, brutal, dramática, sensual, excesiva, incómoda, libre, desequilibrada, apasionada, única. Con un arranque potente e hipnótico (los títulos de crédito son memorables) Alex de la Iglesia compone una catarata febril y anárquica de imágenes de pesadilla, diríase el resultado de una resaca de 40 años de franquismo pasada por la termomix del gore, la influencia de la televisión y sus payasos y monstruos, el comic, el esperpento más berlanguiano y todo para contar una historia de amor loco, nunca mejor dicho, de amor llevado hasta el límite, donde el amor y la muerte no solo se dan la mano, sino que echan un polvo salvaje. La película tiene la gran virtud de ser única, de ser incomparable con cualquier título reciente, ya sea del cine español o internacional. Y es que amigos, Alex de la Iglesia ha hecho lo que le ha dado la real gana, lo cual tiene un mérito incuestionable. Pero también ahí radica uno de sus peores "defectos"(el lenguaje se queda corto en estos casos de ambivalencia), ya que la cinta sufre la enfermedad de Elefantiasis (si, la deformidad grotesca del Hombre Elefante), mostrándose desequilibrada y deforme como sus protagonistas, haciendo un triple salto mortal de verosimilitud, del que sale, por lo general, entera, pero quizas algo magullada. El trío protagonista está sencillamente genial; tanto Carlos Areces como Antonio de la Torre -las dos caras de un mismo engendro- bordan sus papeles y Carolina Bang resulta un descubrimiento sensual y perturbador. Experiencia extrema, ver "Balada triste de trompeta" te deja tocado, con sus turbadoras imágenes enganchadas a tu retina y a tu memoria y aunque desde luego no es de fácil visionado ni para estómagos delicados, es, con toda seguridad una cita ineludible, una fantasmagoría circense producto de la explosiva imaginación del que ya podemos empezar a calificar como un genio del séptimo arte...
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