La principal cualidad de "Daybreakers" es a la vez su principal defecto; ese aroma de Serie B, de película ochentera de videoclub. Por algún lado se agradece el tufillo a peli de género, pero por otro no se llega a desatar, queriendo establecer un complicado equilibrio entre una de vampiros ochentera con una de vampiros actual, resultando de ello un híbrido más bien insípido, carente de humor (con un poco de coña hubiera ganado mucho) y totalmente asexualizada, lo cual resulta extraño en una peli de colmillos. Y es que lo mejor de "Daybreakers" son sus guiños de crítica política: el vampirismo como metáfora del capitalismo, la deshumanización progresiva, el establecimiento de una sociedad zombie, tan solo motivada por su ansia de sangre. En esta línea la mejor escena es aquella en la que un grupo de vampiros yuppies, con mono de hemoglobina, atacan un puesto de cafés, en el que-debido a las restricciones- solo se añade un 5% de tan preciado bien a las infusiones. Escena que nos recuerda muy mucho a la pérdida de las convenciones sociales en situaciones de emergencia, sin ir más lejos los saqueos en el terremoto de Chile. Pero la película no tiene alcance, por momentos parece el capítulo piloto de una serie de televisión y ni siquiera la presencia de actores solventes como William Dafoe o Sam Neill consiguen salvar una peliculilla que nos deja con ganas de más...sangre.
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